lunes, 8 de marzo de 2010

Rembrandt, Doble Juego

Rembrandt  hacía una pintura políticamente militante, tan antiespañola como favorable a la causa de su pequeña República. Una prueba de ello es su cuadro El banquete nupcial de Sansón.

El Libro de los Jueces cuenta que Sansón mató con sus manos desnudas a un joven león y, tiempo después, vio que en la calavera del animal unas abejas habían construido un panal, cuya miel recogió y comió.
El forzudo israelita se encaprichó de una joven filistea y se empeñó en casarse con ella, pese a la rivalidad entre ambos pueblo (filisteo es la forma arcaica del término palestino). En el banquete, Sansón quiso demostrar a los filisteos su superior ingenio y le propuso un acertijo: “Del que come salió lo que se come y del fuerte salió lo dulce”. La adivinanza es tramposa, porque solamente Sansón podía saber que la respuesta era “león y miel”.
El cuadro recoge el momento en que Sansón plantea el problema a los perplejos invitados, un tema que no tenía precedentes iconográficos. Su inspiración fue La Ultima Cena, de Leonardo, que Rembrandt conocía por un grabado, e incluso, copió en un dibujo, igual que en el cenáculo leonardesco, hay en el centro de la mesa una figura piramidal aislada, estática, cuyo hieratismo contrasta con el dramático dinamismo de las demás. Aquí, esa figura central pero ausente no es evidentemente Cristo, sino la novia, y en vez de los apóstoles aparecen los invitados a la boda. Los situados a la izquierda de la novia se muestran fascinados por Sansón, mientras que los de su derecha beben, ríen y practican juegos eróticos.

Ahora bien, más allá de la anécdota del cuadro ¿qué significaba Sansón para Rembrandt?.

Sansón era un sujeto favorito de la pintura del siglo XVIII. En el salón Grande del Alcázar Madrileño estaban colgados Sansón y el león, de Rubens, Sansón y los filisteos, de Procaccini, y Sansón u Dalila de Ribera. Eran temas habituales de la pintura histórica que tanto gustaba a los príncipes y señores. Pero en la católica España de los Austrias, lo que se apreciaba de Sansón era su aspecto heroico individual, la figura de la fuerza que le emparejaba con Hércules, héroe favorito de la Monarquía Hispana.
Quizás lo que más atraía del personaje bíblico era precisamente su paralelo con el mitológico. Al fin y al cabo, Hércules era considerado, con toda seriedad, antepasado de la realeza española. En la Real Armería de Madrid se conserva una barda (armadura de caballo) de Carlos V, una exquisita pieza de parada, obra de kolman Helmschmid, con una parte adornada con Los Trabajos de Hércules, y la otra con Las Hazañas de Sansón.
En la Holanda protestante, no se veía a Sansón como un héroe semifantástico, sino como el jefe de la nación israelita. Los protestantes habían convertido la lectura de la Biblia, prohibida por la Iglesia católica, en su principal pasto cultural. Eso provocó una natural identificación con el protagonista de las Escrituras, Israel. Los calvinistas holandeses en rebelión contra la monarquía católica, se veían como el nuevo pueblo elegido por Yavé, y la lucha de los israelitas contra filisteos les parecía una metáfora de su propia guerra. Sansón era el jefe poderoso de la rebelión holandesa y los malvados filisteos, naturalmente los españoles.
El Banquete Nupcial de Sansón, es por tanto una pieza de propaganda, un panfleto antiespañol, aunque no parezca apropiado el término panfleto para tan bellísimo cuadro. A un lado de la pintura, los filisteos encarnan la lujuria, la borrachera, la avaricia, los vicios tópicos que adjudicaban los holandeses a los soldados españoles. Y de otro, se los representa como lerdos e inoperantes ante el ingenio de Sansón.
El banquete nupcial de Sansón

Rembrandt hacía una pintura militante. Ello era perfectamente normal; en la otra parte de los Países Bajos, otro gran genio, Rubens, era el pintor de la contrarreforma. En el enfrentamiento histórico que vivía la monarquía católica, es lógico que Rubens llenara la colección de Felipe IV con centenares de obras, de las que casi cien han llegado al Museo del Prado, y paralelamente se ignorase al holandés.
Sin embargo, no eran sólo criterios políticos los que alejaban a Rembrandt de la colección real. Frente a Rubens, reconocido mundialmente en su siglo como el más grande de los pintores, al que agasajaban los reyes, Rembrandt no pasaba de ser u pintor “provinciano”, artista local de un pequeño país como la República holandesa.

Frente al gusto de las monarquías barrocas por los grandes cuadros históricos o religiosos, Rembrandt hacía una pintura burguesa, cuadros pequeños que cupiesen en las casitas de los ciudadanos de Amsterdam. Mientras Rubens tenía lista de espera con encargos de los grandes de la Tierra, Rembrandt había de ofrecer sus cuadros en el mercado, esperando gustar a algún comerciante que aflojase la bolsa,
Curiosamente, en un momento de su carrera, Rembrandt abandonó las reglas del mercado y, reconociendo la superioridad de Rubens, le emuló pintando algunos cuadros históricos de grandes dimensiones como éste.

Fuente de datos: 
*Luis Reyes para La Aventura de la Historia.

2 Comments:

biografias said...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo said...

Verdial ¡ que buen post !, me ha resultado sumamente interesante. En lo personal prefiero a Rembrandt 1000 veces más que Rubens.
Gracias por tus palabras en tiempos adversos.
Un beso!

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