viernes, 16 de abril de 2010

Jacques-Louis David, Chatequetero y Trásfuga

( Jacques-Louis David)

Jacques-Louis David nació en París, Francia, el 30 de Agosto de de 1748 en el seno de una familia de clase media alta.
Cuando contaba nueve años de edad su padre fue asesinado en un duelo, y su madre decidió dejarlo bajo el cuidado de sus dos tíos, ambos arquitectos, François Buron y Jacques-François Desmaisons, que se preocuparon de que el joven Jacques-Louis recibiera una buena educación. No obstante, Jacques-Louis no se preocupaba demasiado en estudiar, entreteniéndose en las clases en dibujar en sus libros, pues ya había manifestado su deseo de ser pintor, y negado rotundamente a seguir los pasos de sus tíos, tal y como era el deseo de estos mismos y de su madre, que se opusieron a tales pretensiones. Sin embargo la constancia de David manteniéndose firme en sus intereses, consiguiendo al fin que accedieran, comenzando su aprendizaje en el taller de un pariente suyo, François Boucher, máxima figura de la época.


Después de unos años de intensa preparación y andanzas, David consiguió entrar en la Academia Francesa en Roma, donde a pesar de no mantener buenas relaciones con sus compañeros debido a su agrio carácter, consiguió mantenerse durante varios años antes de regresar de nuevo a París, ingresando como miembro en la Academia Real.

Jacques-Louis David fue un pintor francés de gran influencia en el estilo neoclásico, considerado en algunos sectores como uno de los mayores trásfugas que jamás han existido. Pintó para la corte de Luis LVI y, después, como miembro del extremista movimiento jacobino, votó por la decapitación del Monarca.
Fue virtualmente el director artístico de la Revolución Francesa. Volvió a lo grande con Napoleón, que vio enormes posibilidades propagandísticas en su grandeza neoclásica y le convirtió en su pincel de confianza. Hasta aquí pudo llegar este especialista en surcar tormentas. Tras la caída del pequeño Gran Corso, el anciano pintor, de 68 años, tuvo que plegar su caballete y poner pies en polvorosa hacia Bélgica.

Durante la revolución fue conocido como “el Robespierre del pincel”, tanto por su filiación jacobina, facción que el auténtico Robespierre lideraba, como por su enérgica labor propagandística: acuñamiento de medallas, erección de obeliscos y, pese a su tartamudeo, grandilocuentes discursos en la Convención Nacional sobre el valor moral del arte. Pocos sabían, o los que lo sabían estaban muertos, o preferían olvidarlo, pero nuestro insurrecto no había sido siempre tan radical como se autoretrataba. En 1792, cuando aún existía la posibilidad de una monarquía constitucional, David efectuó seis dibujos de un cuadro titulado “Luis XVI enseñando a su hijo, el Delfín, la Constitución”.
En enero del siguiente año, desde su escaño, votó por la subida al Rey al Caldaso y negó haber ejecutado esos esbozos. “El pintor de Bruto no nació para pintar reyes”, era su respuesta, en referencia a “Los Lictores devuelven a Bruto el cadáver de su hijo” (1789), el cuadro emblema de los que tomaron la Bastilla. Hoy sabemos que mentía: basta con acudir al Louvre para contemplar los dibujos que hizo de Luis XVI.

(Jacques-Loui David pintado por  Langlois Jerónimo Martín)

El 9 de julio de 1793 David visitó a su amigo y colega político Jean-Paul Marat. A éste, aquejado de una fuerte psoriasis, el calor le sentaba fatal. La picazón de los eccemas se lo comía vivo y se recluía en su casa, dentro de la bañera, con un paño mojado en vinagre sobre la frente. Aún en estas condiciones su pluma no descansaba. Con una caja vuelta del revés como mesita improvisada, proseguía con su tarea de cazar traidores de la República desde las páginas de su periódico “El amigo del pueblo”. Mucho se ha especulado que entre ambos existía una especie de fraternidad de los feos: el pintor tenía media cara desfigurada por un tumor; el agitador era comparado a menudo como un sapo.
David y Marat no volverían a verse nunca más. Tres días después de su encuentro, una perfecta desconocida procedente de provincias, Charlotte Corday, debutaba en las páginas de la historia con el asesinato de este último.

Nada más llegar la noticia de la muerte a la Convención, la maquinaria publicitaria se puso en marcha a mil revoluciones: se acuñó un aliterativo eslogan “Marat-Martyr”, y se pidió a David el retrato conmemorativo.
El pintor, dada su reciente visita, tenía fresco el escenario del crimen, pero no pensaba reproducirlo con total exactitud. Los insurrectos pregonaban liberté, egalité, fraternité, pero no necesariamente verité. No cuando la verdad era bastante truculenta.
En la pared del baño de Marat colgaban dos pistolas cruzadas, bajo las cuales se leía “LA MORT”.

David optó por un inmenso fondo oscuro que, además de ocultar los siniestros gustos decorativos del homenajeado, hacía resaltar la pálida monumentalidad marmórea con que fue pintado. Tampoco pasó la criba la falsa lista de nombres que había traído Corday: mejor olvidar esta faceta laboral del mártir. En su lugar, Marat sostiene un inventado papel rubricado por Charlotte en que se lee: “Basta que sea muy desgraciada para que tenga derecho a vuestra benevolencia”. Mensaje: el bañista había pagado cara su compasión.
Los retoques, como se puede comprobar, no nacieron con el Photoshop. En un milagro de la dermatología, otra mentira del pincel, el cadáver está prácticamente libre de eccemas, apenas alguna zona ligeramente rosada.
Pero el cadáver se empeñó en sabotear su propio homenaje. Los ojos se negaban a cerrarse de todo. La lengua insistía en asomarse por la boca y el pintor ordenó que le fuera cortada. La piel requirió constantes retoques de maquillaje, pues sus furiosos eccemas se tornaban verdes por el calor y Jacques-Louis no podía consentirlo, pues se trataba del “amigo del pueblo” y “mártir de la Revolución Francesa”.

Tres días duró el velatorio en la iglesia desacralizada de los Cordeliers, en aquel caluroso julio de 1793. La escenografía era obra del pintor Jacques -Louis David, que creyó fundamental que el brazo derecho del fenecido empuñara una pluma de ganso: el arma con que se había arengado a los insurrectos. El rigor mortis, sin embargo, había dejado el miembro en una postura imposible, por lo que le fue amputado y se le pegó al cuerpo uno más conveniente, procedente de otro cadáver. El calor debió de fundir el adhesivo, pues una mañana el brazo se cayó al suelo.
En la realización del lienzo el artista cuidó mucho todo y cada uno de los detalles, creando de la escena una obra maestra del Neoclasicismo.
Para realizarla empleó tres meses. En octubre presentaba el lienzo en la Convención, donde fue recibido y colgado con aplausos. Tras el polvorín revolucionario, el lienzo pasó a ser propiedad del artista y fue uno de los que se llevó a su exilio belga. A su muerte, sus cuadros regresaron a París para ser subastados en nombre de la familia.
("La Muerte de Marat" – Jacques Louis David -1793)
Después de que los Borbones regresaran al poder, David se encontró en la lista de proscritos por revolucionarios y bonapartistas, debido a que había votado a favor de la ejecución de Luis XVI y probablemente tuvo algo que ver con la muerte deLuis XVII. Luis XVIII sin embargo, le amnistió e incluso le ofreció un cargo como pintor de corte. David rechazó su oferta, prefiriendo en lugar de ello exiliarse en Bruselas, Bélgica, en donde vivió hasta sus últimos días tranquilamente con su esposa.
Durante este tiempo, se dedicó principalmente a cuadros a escala menor de escenas mitológicas y retratos de bruselenses y emigrados napoleónicos.
Su última gran obra, "Marte desarmado por Venus y las Gracias" lo empezó en 1822 y lo acabó el año anterior a su muerte. En diciembre de 1823, escribió:
"Esta es la última pintura que deseo pintar, pero quiero superarme en ella. Pondré el dato de mis 75 años en ella y después nunca volveré a coger el pincel."

El 29 de Diciembre de 1825, cuando el pintor salía del teatro fue golpeado por un carruaje, muriendo más tarde de deformaciones en el corazón.
Después de su muerte, algunos de sus retratos se vendieron en subasta en París, por precios muy bajos. Su famoso lienzo de Marat se mostraba en una sala especial retirada, para no enfurecer al público.
No se permitió que el cuerpo de David regresara a Francia, a pesar de las peticiones de su familia, por la intervención que David tuvo en la ejecución de Luis XVI y por lo tanto fue enterrado en Bruselas, pero su corazón fue llevado a Père Lachaise, París.

La Francia monárquica también impidió la entrada de “La muerte de Marat”. Demasiado incendiario, muchas heridas aún abiertas.
Y así fue como se quedó en Bruselas, donde se exhibe hoy en los Musées Royaus de Beaurx-Arts.

Fuentes:
*Rafael Bladé para “Historia y Vida”
*Wikipedia

2 Comments:

Anónimo said...

Una biografía muy intersante...

Parece que esa fiebre revolucionaria que poseía le impidió recordar que había pintado varios cuador para el monarca francés.

Un noble gesto el de no volver al Francia tras la amnistía de Luís XVIII. ¿Sería por miedo a represalias o por convicción política?

Un saludo!

Anónimo said...

Je, nunca había leído una biografía de David (uno de mis pintores favoritos) así tan a lo bestia.Enhorabuena. Desde luego que el hombre cambió tanto de chaqueta que o al final de su vida tenía amigos en todas partes o... enemigos entre realistas, jacobinos y bonapartistas.

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