jueves, 19 de agosto de 2010

Lope De Aguirre

El vasco Lope de Aguirre, conocido como Aguirre “El Loco”, “El Traidor”, o “El Tirano”, nace hacia 1510, en el Valle de Araotz del Señorío de Oñate, (Guipúzcoa). Era el segundo hijo de una familia de hidalgos que en el siglo XVI se trasladó a Sevilla en busca de fortuna. 

 (Sevilla Siglo XVI - Pintura atribuída a Alonso Sánchez Coello)

Criatura diabólica, de personalidad tan cruel como sugestiva, sigue proyectando su sombra sobre la historia y, en cierta medida, todavía fascinándonos.
En 1534 embarcó hacia América, y participó activamente en los enfrentamientos que se desarrollaban entre españoles en territorio peruano.
Desde que se embarcó en Perú, a las órdenes del navarro Pedro de Ursúa, el 26 de septiembre de 1560, hasta que lograron matarle en Barquisimeto (costas de Venezuela), el 27 de octubre de 1561, Aguirre asesinó u ordenó asesinar a 72 personas, entre ellas a su capitán y a su propia hija, junto con más de treinta de sus propios hombres. Tan sólo pareció ser algo piadoso consigo mismo, ya que le gustaba llamarse, con una cierta melancolía, “el peregrino”.
El carácter de Lope de Aguirre era a todas luces maligno. Fue el segundo hombre que, como capitán de expedición alcanzó a navegar casi al completo el río Amazonas.

(Lope de Aguirre)
La aventura de Lope de Aguirre está perfectamente documentada por Fernando Vázquez, Pedrarias de Almesto y Custodio Hernández, tres de los componentes de la expedición amazónica que años posteriores realizaron la crónica de aquella “jornada”, nombre con el que se conocía a las expediciones de carácter militar en el siglo XVI.
Para los conquistadores españoles la Ciudad de El Dorado, imaginada por éstos con las calles asfaltadas de oro, era del destino inalcanzable que todos ansiaban alcanzar.
En 1942 Francisco de Orellana, que buscándola había errado su camino navegando el Amazonas desde la cabecera del río Napo, en Ecuador, hasta su desembocadura en el Atlántico, estaba convencido de que había pasado cerca de aquel reino repleto de riquezas, por lo que organizó una nueva expedición desde España, para navegar, en esta ocasión, río arriba. Murió en 1546, víctima de fiebres, mientras se encontraba perdido en el dédalo de islas y canales que forman el extenso delta del Amazonas.

El virrey de Perú decide, en 1558, organizar una nueva “jornada de El Dorado y el reino de Omagua”. Para ello eligió como comandante al capitán Pedro de Ursúa, natural de Pamplona, quién organizó su tropa nombrando como segundos a Juan de Vargas y Fernando de Guzmán, y en calidad de jefe militar, a Lope de Aguirre.
El día 26 de septiembre de 1560, la expedición inició su marcha en busca de El Dorado.

Aguirre ya era conocido en Lima como “el loco”, e incluso había estado implicado en varios asesinatos. Fueron no pocos quienes aconsejaron a Ursúa que no le llevase con él, pero el navarro no hizo caso.
Aguirre era natural de Oñate, territorio guipuzcoano, y se definía a sí mismo como “vascongado”. La fecha de su nacimiento no está clara y los historiadores la sitúan entre 1511 y 1515, con lo cual tenía cerca de cincuenta años al inicio de la expedición. Aunque al parecer había recibido una cierta educación durante su juventud en España y sabía leer y escribir con soltura, carecía de fortuna, y la expedición constituía para él una oportunidad de enriquecerse. Era feo, corto de estatura y cojeaba del pie derecho a causa de una herida de guerra. Según cuentan los cronistas, desconfiaba de todos y nunca dejaba sus armas, pues vivía siempre en el temor de que alguien le asesinara.
La expedición la formaban unos trescientos hombres, más algunos sirvientes indios y esclavos negros. Llevaban un buen número de caballos, pero hubo que abandonar la mayoría al no conseguirse embarcaciones suficientes. Los marañones, como comenzaron a ser conocidos enseguida los expedicionarios (el primer gran río peruano que desemboca en el Amazonas es el Marañón), iban bien armados, con cien arcabuces, cuarenta ballestas y buena provisión de pólvora y plomo. Formaban parte de la jornada seis mujeres, hecho poco frecuente: la amante de Ursúa, una bella mestiza llamada Inés de Atienza; la hija de Lope de Aguirre, Elvira, también mestiza, y las dos damas de compañía de cada una de las anteriores.


 Ursúa y sus naves, dejando atrás el Marañón, entraron pronto en aguas del Amazonas, y la navegación continuó sin incidentes destacables hasta que alcanzaron un lugar al que los cronistas denominaron reino de Machifaros, y que algunos estudiosos localizan en la ciudad de Coarí, en la Amazonia brasileña.
Ursúa ya era visto con recelo por algunos de sus hombres, especialmente por parte de Fernando de Guzmán, uno de sus lugartenientes, y por Lope de Aguirre, su jefe militar.

(Pedro de Ursúa)
En el atardecer del 1 de enero de 1561, Guzmán y doce rebeldes más asesinaron a estocadas y cuchilladas a Pedro de Ursúa; al otro lugarteniente, Juan de Vargas, y a todos sus leales. Lope de Aguirre, instigador principal de la revuelta, permaneció en un segundo plano. Los amotinados gritaban tras los asesinatos: “¡Viva el rey! ¡Muerto es el tirano!” A finales de marzo, el propio Aguirre asesinó a puñaladas a Inés de Atienza.
Los episodios que hicieron más famoso a Aguirre se produjeron precisamente tras el asesinato de Ursúa. El navarro había sido nombrado comandante de la expedición por el virrey de Perú, que es lo mismo que decir que era emisario del rey de España, por entonces Felipe II. Una rebelión contra Ursúa era, en el fondo, una revuelta contra la Corona, lo que se consideraba traición y cuya pena no podía ser otra que la pena de muerte. Consciente de ello, Lope de Aguirre sabía que no había otra solución para él y sus aliados que continuar huyendo hacia adelante. Y de ese modo propuso a los amotinados la proclamación de Fernando de Guzmán como Su Alteza Real Fernando I el Sevillano, Príncipe por la Gracia de Dios de Tierra Firme, el Perú y Gobernador de Chile. 

En mayo de ese mismo año 1561, Aguirre ya no soportaba en el trono al rey Fernando, mientras seguían navegando río abajo el Amazonas. La noche del 22 le asesinó mientras dormía por el que parecía su método favorito de matar: a puñaladas. Y de inmediato hizo ajusticiar a todos sus partidarios. Los marañones eran ya, en las cercanías del actual Manaos, una tropa desesperada, sedienta de oro y gobernada por un tipo mesiánico, cruel, ávido al mismo tiempo de riqueza y de muerte. El mismo Aguirre diseñó la bandera de su cuadrilla de salteadores: dos espadas de plata, cruzadas y con las hojas goteando sangre, sobre un fondo negro. Se sabía a sí mismo un pirata, y como tal le consideraban ya las autoridades españolas. En el virreinato de Lima se había puesto precio a su cabeza.

(Orellana)

Los cronistas no dan explicaciones concretas sobre la navegación a estas alturas del viaje, pero lo más lógico es que, como hizo la expedición de Orellana de 1542, siguiera río abajo hasta la desembocadura, y que desde allí, bordeando la costa atlántica rumbo norte, arribase a la isla de Margarita. La fecha del desembarco de los marañones en la isla venezolana la fijan los cronistas del viaje en la tarde del lunes día 20 de junio de 1561.
Desde su llegada a la isla hasta su partida hacia la costa continental venezolana, a finales del mes de agosto, Lope de Aguirre no cesó de saquear y matar en Margarita. Arrasó y vació de riquezas varias poblaciones insulares y, ya en el continente, venció a las tropas realistas en las ciudades de Nueva Valencia, Mérida y Tocuyo. Después de someterlas al pillaje y matar a varios representantes de la Corona hispana, decidió dirigirse a la conquista de la ciudad de Barquisimeto. Antes de ello, en Nueva Valencia, escribió su famosa carta de rebeldía a Felipe II.
Perseguido por la ley, “traidor” a su rey (así se definió él mismo tras la muerte de Ursúa), “Lope no sólo no se curó de conservar la reputación”, sino que exageró cuanto pudo para que aquella fuera mala por los siglos de los siglos”.
“Rey Felipe, Natural español, hijo de Carlos, invencible”, comenzaba la carta al monarca español. Y después de tratarle de ingrato añadía: “He salido con mis compañeros de tu obediencia y desnaturizándonos de nuestra tierra, que es España, voy a hacerte la más cruda guerra que nuestras fuerzas pudieran sustentar y sufrir (…). Por cierto lo tengo que vais pocos reyes al infierno porque sois pocos; que si muchos fuésedes, ninguno podría ir al cielo, porque creo que allí seríades peores que Lucifer, según tenéis hambre y ambición de hartaros de sangre humana; más no me maravillo ni hago caso de vosotros, pues os llamáis siempre menores de edad, y todo hombre inocente es loco; y vuestro gobierno es aire (…). Ya de hecho hemos alcanzado en este reino cuán cruel eres y quebrantador de fe y palabra; y así tenemos en esta tierra tus perdones por de menos crédito que los libros de Martín Lutero”. 

Finalmente, después de relatar con detalle las muertes de Ursúa y de Guzmán, y todos los asesinatos ordenados y cometidos por él, Aguirre añadía la lista de sus principales compañeros. Y rubricaba: “Hijo de fieles vasallos en tierra vascongada, y rebelde hasta la muerte por tu ingratitud: Lope de Aguirre, el Peregrino”.
Las tropas realistas se reorganizaron cerca de Barquisimeto, y el gobernador general dictó un bando por el que se ofrecía el perdón a quienes desertaran de las filas de Aguirre. La promesa de amnistía tuvo un efecto inmediato, y, casi en masa, los marañones abandonaron a su capitán. Sabiéndose perdido, Aguirre mató a cuchilladas a su hija, para que no quedase como “puta de todos”. Dos arcabuzazos le alcanzaron después, uno en la pierna y otro en el pecho. Custodio Hernández, uno de sus cronistas y compañero de la aventura amazónica, le cortó la cabeza mientras agonizaba.
Al cadáver le amputaron las dos manos, y una de ellas, la derecha, fue enviada a Mérida; la otra, la izquierda, se despachó hacia Nueva Valencia. Ambas eran poblaciones que Aguirre conquistó y saqueó en las semanas anteriores a su muerte. La cabeza fue exhibida durante días en otra de las ciudades tomadas por “el loco”, Tocuyo, hasta que, quedó convertida en cecina.
De ese modo terminó aquella sangrienta “jornada de El Dorado”.

Pero el recuerdo no se perdió en el tiempo. Hoy todavía, el lugar de la isla de Margarita en donde desembarcó Lope de Aguirre con sus marañones se conoce como la bahía del Traidor. En Tucuyo se celebra fiesta el día de la muerte de Aguirre, todos los 27 de octubre. Y en Barquisimeto, según los habitantes de la ciudad, su fantasma se aparece de cuando en cuando. Al menos así interpretan muchos de ellos un fenómeno natural de fuegos de luz fosfórica durante las noches muy oscuras, una especie de fata morgana común en la región.

Texto: “Lope de Aguirre” – Javier Reverte para El País Semanal en “Los malos de la Historia”. 2005-2006
Imágenes: Google

2 Comments:

U-topia said...

Me gustan las biografías, más que para lograr un conocimiento exhaustivo del personaje, para conocer la época a través del personaje y a éste a través de la época.
Muy interesante la entrada. Felicidades.

biografias said...

Laura Uve, en ese sentido coincido totalmente contigo.

Gracias por tus palabras.

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